Las mejores cosas que me han sucedido son aquellas que no he decidido.
Ser mamá es una de ellas. Es verdad, lo consideré varias veces pero en realidad nunca tuve esa fijación o ese objetivo que muchas mujeres tienen de ser madre (a como de lugar). Es más, con mi historial en el amor de relaciones largas e infructíferas estaba ya considerando perdida la opción de verme rebozante con una panza espectacular.
Vale contar desde atrás la historia, que de ahí viene todo lo demás. Hace poco más de tres años conocí a un hombre que me hizo sonar campanitas desde el primer momento en que lo vi. Parecía que en lugar de piel tuviera luces brillantes y me sentí como mosquito deslumbrado por un farol. En cuanto comencé a hablar con él me di cuenta que se le escurría simpatía, educación y decencia. El hombre en cuestión actuó rápido, fue claro y conciso, y después de un breve tiempo de salir nos mudamos juntos. Poco después nos casamos y puedo decir que desde el día que lo conozco no deja de sorprenderme con su magnífico corazón.
Como ya dije, nunca sentí la urgencia de convertirme en madre a como diera lugar. Nunca contemplé la idea de ser madre soltera. Respeto mucho las decisiones de la personas pero en lo personal considero que todos los niños tienen derecho a sus dos papás (sin importar su género), a una pareja sólida que pueda educar y guiar en conjunto. Tener un hijo es una gran responsabilidad. Así que ya teniendo a mi hombre luminoso, la idea de concebir se fue afianzando.
Decidimos relajarnos y dejar que pasaran las cosas, pero honestamente, algo adentro de mi me decía que no se iba a poder. Hasta hablamos la posibilidad y acordamos que no nos someteríamos a ningún tratamiento y que no adoptaríamos, al menos, en un mediano plazo. Si la vida nos negaba la posibilidad de ser padres no iríamos contra eso, por que lo más importante era estar juntos, con hijos o sin ellos.
Y así, un día, simplemente llegó.
No se que decir, a veces todavía no lo creo. Tengo 31 semanas, 12 kilos más, pies adoloridos y casi no duermo. No puedo quejarme, aparte de esas molestias normales mi embarazo ha sido bondadoso. Cada vez que mi hijo se mueve en mi vientre me río como imbécil, no lo puedo evitar. Cada vez que pienso como va a ser su carita me da una emoción tremenda (estoy segura que será idéntico a su papá). Veo todas las cosas que le hemos comprado y que los amigos y familia nos han regalado y no puedo creer que en menos de dos meses estará llenando esa ropita y usando la bañera.
Igual que a cualquiera, mientras más se acerca el parto, me preocupa mi completa ignorancia en temas de niños. Una amiga me dijo, no hay recetas para educarlos, y eso creo. Siempre he pensado que la vida contiene sus propias respuestas y estoy segura que aprenderé con la experiencia y escuchando al Universo. Mi hijo me enseña desde ahora a escuchar a mi cuerpo, a amarlo y respetarlo más; llevo una vida dentro.
Pienso en la ilusión de mis padres en convertirse en abuelos y me llena de felicidad pensar que esos brazos que me cargaron y me cuidaron van a cargar también a mi bebé. Alonso ya se llama.
La llegada de Alonso me llena de júbilo, es cierto. Pero mi mayor júbilo es haber encontrado a ese hombre luminoso que sonó mis campanas y del cual toda la historia se desprendió. Si hoy contemplo mi panza enorme y aprendo del ser que llevo dentro, es gracias a que encontré al hombre que quiero conmigo, con hijos o sin hijos, en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos tiempos. Alonso es el tributo a un gran amor, es una vida prestada de la cual somos responsables para siempre. Alonso seguirá su camino y hará su vida tal como todos lo hemos hecho un día. Pero lo que más deseo es que mis campanitas sigan sonando manteniendo viva mi historia de amor favorita. Esa que llegó a mi vida sin que yo lo decidiera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario