"Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias." MVLlosa

jueves, 25 de noviembre de 2010

Las Tramposas

“Mis tíos, cuando hablaban de putas, decían: Las Tramposas. Entonces yo de niña siempre que hacía trampas pensaba: -¡Dios mío, qué puta soy!-, y me iba a confesar. Claro que al Padre no le decía: -Me acuso de ser puta-, porque además puta era una grosería. Pero sí me acusaba de ser tramposa. Y lloraba muchísimo, porque me imaginaba al sacerdote pensando: -Tan chiquita y tan putita-.”


Decidí comenzar la entrada del día de hoy con éste párrafo que a través de Violetta Schmidt narra mi adorado Xavier Velasco en su libro “Diablo Guardián”. Un párrafo que me parece chistoso, cínico, irónico, inocente, triste.

A ti cuántas veces te han dicho puta? Cuántas te has pensado puta? Cuántas te han juzgado puta? Cambia el "puta" por "estúpida, tarada, buena para nada, insípida, zorra, arpía". El punto es cuántas veces hemos permitido que nos falten al respeto, que coarten nuestros sueños, que corten nuestras alas, que nos juzguen por ser distintas? Cuántas veces te has sentido obligada a ahogar tus sentimientos, a reprimir tus reacciones y te has perdido de grandes momentos en tu vida por miedo a una agresión de éste tipo (o de cualquier otro tipo)?

Hoy se conmemora el día de la No Violencia hacia la mujer y por eso ésta entrada está dirigida a ellas, las mujeres. Las que viven los horrores del maltrato y las que han logrado salir de él.

Lamentablemente en nuestro país no hay nada qué celebrar, un país donde se inventó la palabra feminicidio. Solo por aportar datos: el 95 por ciento de las mujeres han sido víctimas de acoso sexual; una de cada tres vive violencia doméstica; cada nueve minutos una mujer es víctima de violencia sexual; 43 de cada 100 mujeres ha vivido algún tipo de violencia, emocional, económica, física o sexual; más de 30 por ciento de las mujeres tienen probabilidad de convertirse en madres antes de los 20 años; 8 de cada 100 mujeres no saben leer ni escribir a diferencia de los varones (5 de cada 100 se encuentran en esta situación). Un país donde se matan a 1,700 mujeres al año y no sólo son las de Cd. Juárez, son mujeres de todos los estados asesinadas por sus maridos o padres. Y a pesar de que coincido con la visión de que para que exista un victimario debe existir una víctima que lo permita, creo honda y tristemente que tenemos un problema de educación.

A casi todas nos educaron con el “calladita más bonita”, con la cultura de la sumisión y el tratar de agradar y complacer a tu pareja o al resto del Universo a como de lugar. Me parece que con la independencia económica se ha avanzado a grandes zancadas pero no estoy segura de si las hemos dado en el rumbo correcto. Porqué seguimos siendo esas féminas independientes, hermosas, inteligentes y también capaces de arrastrarse cual viles gusanos rogando una migajita de “amor”? Escucho pretextos como que somos más mujeres que hombres, que los buenos ya están apartados y cosas así. La realidad es que veo mujeres entregando su valor y su poder a hombres que no saben qué hacer con él.

Ya ni se diga si hablamos con la señora del aseo, por poner un ejemplo. El otro día no fue a trabajar porque su marido le puso una golpiza que le duró varios días. “Mary, por qué no lo dejas?”- “Porque lo quiero, y él me quiere, a su manera, pues”. Eso es amor?

Para mí está bien claro que lo primero que se debe tener en mente es que él no va a cambiar. Por más que aguantes, que lo perdones, que le demuestres tu amor. NO CAMBIARÁ.

Segundo, acaso de verdad quieres a un hombre que te castiga, que te hace sufrir, que te humilla, a tu lado? A veces piensas que no vas a conseguir otra relación, e incluso es miedo a la soledad. Lo irónico es que justo cuando te quedas sola es cuando aprendes a ver más allá de ti, de tus miedos, tus fantasmas, y comienzas a valorarte, a amarte y a perdonarte. Una vez que te adoras, sabes que nunca más estarás sola.

Por supuesto que tener una pareja es maravilloso, compartir risas y llantos, los viajes, la cama y el vino con alguien que amas y te ama es increíble. La noticia es que una vez que tú estás sanada y con tu dignidad recuperada, entonces estarás lista para que llegue a ti alguien en las mismas condiciones, no una persona incompleta y con traumas que busca aprovecharse de ti (en cualquier aspecto).

El maltrato no sólo es que te peguen-golpeen, también te maltrata el que te humilla siempre que puede, aquél que llega un día sí y otro también alcoholizado perdido a casa, aquel que te pone los cuernos en cuanto tiene ocasión, ése que te ignora y que te trata como un mueble, el que continúa diciéndote que eres tonta, fea y/o que no sirves para nada. Sal de ahí! Por favor.

Fácil no es, ya lo sé. Los círculos viciosos te atrapan y te convierten en un ser dependiente, crees que la vida se te va a casi derrumbar por un montón de cosas, para unas es por el sustento económico, para otras es el qué dirán, otras son apegadas al espíritu de sacrificio o se quieren tan poco que se acostumbran a recibir ni la verdad a cambio.

Mi amiga Clarisa, mi Tramposa favorita, me cuenta: "El día que yo decidí separarme, mi madre me hizo sentir culpable, me dijo algo así como -Ay, nena. Esque tienes un carácter tan feo. Tu ni aguantas nada-." Continúa diciendo con cara de desaprobación: "Osea como? La vida es de aguantar o de ser feliz? Mi madre me hablaba por teléfono llorando para preguntarme si YO ya lo había buscado a él, para “arreglar” nuestra situación."

Al final, no hay nada que el tiempo no cure y a todos los estados civiles se acostumbra el cuerpo… y la familia, y Clarisa me confiesa: "Es verdad, yo sé que secretamente a mi madre aún le da vergüenza decirle a sus parientes y amigos medio lejanos que su hijita, ésa que se casó con bombo y platillos, ya no está casadita, calladita, sumisita y encerradita en su castillo de cristal llamado matrimonio." Y me dice ya con media carcajada asomando -"A la pobre le da una pena inmensa decir que "fracasé", que ya tengo mis treinta y casi cuatro y que ando en la vida como si la idea ésa de “sentar cabeza” y procrear no fuera importante para mi.". Se queda pensando y reflexiva agrega: -"Porque no es que no sea importante o que nunca piense en eso, pero nada ni nadie es más importante que vivir tranquila persiguiendo mis sueños, que ya tuve suficiente de sacrificar mi idea de felicidad por darle gusto a la familia y al resto del planeta". Y después de tomar aire y hacer una pausa como si viajara en retrospectiva, agarra aire y declara muy segura: -"Que a mi ya me vale madre esos "amores de portarretratos” donde salen muy bonitos todos ahí colgados  en las paredes o suspendidos sobre las mesitas laterales de la sala pero que a la mera hora ni se hablan, ni se aman, ni se existen." Y continúa diciéndome fervorosamente "Ojalá un día la vida me sorprenda dándome la oportunidad de poder compartirme con el hombre que amo y que me ama, sea que ya lo conozco o que estoy por conocer. Pero eso de dejarme manosear mi valor como mujer con tal de tener con quién discutir el clima o ver la tele, ya no."

Me gustó el episodio de Clarisa para contarla en especial el día de hoy. Cabe aclarar que el marido de Clarisa no le pegaba, pero tampoco le hablaba, ni la cuidaba ni la amaba. Solo era un "santo" que ella dejó de amar para justamente enamorarse perdidamente de su antítesis. Pero esa es otra historia, muy tramposa, que si ella me da permiso un día de estos se las voy a platicar.

martes, 2 de noviembre de 2010

El más secreto de mis besos

Era un día cargado de humedad abrumadora, de ésas que se mete en los huesos para hacer de las suyas. El edificio de la Santa Fe, hace mucho tiempo abandonado, era el lugar ideal para montar la Expo. Ambiente tétrico, ecos, juego de luces y de sombras, paredes escurriendo el paso del tiempo. Había mucha gente en el ir y venir de los preparativos para dar inicio a la tan esperada Expo-Horror que anualmente se reinventa en temporada de muertos.

Pablo se sentía fascinado, el tema de los espantos, horrores, vampiros y almas en pena le ponían la carne erizada, le llamaban la atención al mismo tiempo que sentía una gran interrogante hacia un probable inframundo; por lo tanto la oportunidad de participar en el proyecto de adecuación de escenarios era ideal para aportar su visión al respecto. A punto de escuchar el campanazo de inauguración, Pablo revisaba unas adaptaciones. Su vista inquieta paseaba sin saber lo que estaba buscando, volaba su concentración de un detalle a otro como abeja de flor en flor, sin mirar algo pero abarcando todo. De repente la vió. Sintió un latigazo en la nuca que bajó por la espalda, seguido de un movimiento rápido de cabeza tratando de enfocar mejor.

Fue solo un parpadeo, como un revoloteo de ala de mariposa, pero estaba seguro de que ella estaba ahí. Pablo recibía imágenes breves de un antifaz y de una boca, de esa boca. Eran imágenes borrosas, como si al momento de haber sido capturadas la cámara se hubiera movido. La concentración visual la llenaba un color, el color de su nombre, el color de los locos. Boca y antifaz se habían filtrado en sus ojos en tan solo un parpadeo para mandarlo de inmediato al cerebro, hacia el centro de su obsesión. Las imágenes se fueron sucediendo, el parpadeo completo llegó a su cabeza: la sonrisa iba torcida, y los rizos caían con descuido, como jugueteando con aquellos hombros desnudos y suaves. Era ella.

A Pablo lo invadió una necedad, una ansiedad rayando en la locura. Comenzó a caminar por el recinto, le sudaban las manos y podía escuchar los latidos de su corazón en los oídos. No quería que nadie notara que la estaba buscando, disimulaba interés en los stands y seguía caminando, aturdido entre tanta gente y ensordecido por ruidos del “mas allá”.  El único objetivo de ése apresurado momento era volver a verla.

Inmerso en su búsqueda inefable, sin saber ya cuanto tiempo había pasado, Pablo sintió cómo una mano lo jalaba hacia el interior de un stand doble que aún no había sido abierto al público. En la confusión cayó al suelo frío y el sentimiento prístino que alcanzó a sentir fue de sorpresa reconfortante al verla de nuevo, ahí parada en frente de él. No lograba entender por qué brillaba tanto esa piel, casi demasiado. Traía un vestido negro que dejaba ver los hombros y los brazos, su antifaz tapando medio rostro y la otra mitad iluminada por su piel.

Pablo estaba demasiado sorprendido, se sentía paralizado y no quería hacer ningún movimiento por la expectativa del minuto siguiente. Yacía en el suelo apoyado de sus brazos con una mueca de incredulidad postrada en su rostro que no hacía más que acentuar su apariencia de niño travieso que siempre había tenido, solo que ésta vez mostraba una mirada cargada de electricidad. Ella se inclinó lentamente hacia Pablo, tan lentamente que él podía olfatear su aroma, que le pareció mejor que cualquiera de los perfumes antes olidos. Sus ropas de pronto vaporosas desprendían un sutil dejo de alguna fragancia de Kenzo.

Violetta acercó su rostro al de Pablo tanto como el antifaz se lo permitió. Ella era consciente de que sus ojos refulgían como llamaradas, como no brillaban hace millones de años. Sentía su piel inflamada, casi dolía, sabía que destellaba y sabía la razón. Entendió que la búsqueda de tantas vidas se debía a ese corazón trémulo tan cerca de su mano y tan lejos de su sórdida existencia. Una vez que lo tuvo así de cerca, ya que se había grabado el color de su mirada, la anchura de sus hombros, las venas de su frente saltadas, dejó escapar en un susurro su voz que estuvo mucho tiempo guardada y le anunció a Pablo, que se mantenía atónito y aferrado al suelo –Vine a robarte el más secreto de tus besos, te lo vine a robar y será mi tesoro- .Pablo sentía los labios de Violetta mientras hablaba, tenía su cara tan cerca que sus labios se rozaban, sentía la respiración pausada a través del antifaz.

Ella cerró los ojos y le pareció que su infierno interno la reclamaba hacia dentro, como si por la cuenca de los ojos se pudiera desaparecer. Sentía que su propia piel refulgía tanto que parecía que alguna fuerza externa la estaba iluminando. Instintivamente acercó su mano derecha hacia Pablo y la clavó sin ninguna duda bajo su camisa, acariciando y memorizando las formas de esa piel cálida. Y lo hizo. Sabiendo que no habría vuelta atrás, sacó abruptamente del pecho de Pablo su corazón, aquél por el cual un día decidió convertirse en lo que ahora era. Sentía los latidos entre sus dedos como tambores y la sangre espesa y caliente escurriendo por sus manos y sus brazos.

Pablo no podía creer lo que estaba ocurriendo, cada minuto las cosas se iban poniendo más inverosímiles y se escapaban de toda su conciencia. Luchó internamente cuando supo lo que Violetta iba a hacer, pero no se atrevió a moverse. Violetta, que seguía sosteniendo el corazón, se lo acercó a la boca y con toda la parsimonia que puede caber en cuatro segundos lo recorrió con la lengua. Pablo la veía presa de éxtasis, no le preocupaba que eso que ella sostenía era su corazón vivo y agitado. Podía sentir los dedos de Violetta alrededor de su corazón.

Al fin dejó de recorrerlo en un instante que pareció infinito, volteó la mirada y corría un hilo de sangre por la comisura de sus labios. Le escurría por el cuello y el escote, esa sangre, su sangre, que tomaba un tono violeta sobre la piel resplandeciente. Lo vió con una mirada profunda y llena de significados ancestrales, de dolores acumulados y de promesas sin cumplir. De golpe acomodó el corazón en el pecho de Pablo haciéndolo caer de espaldas al suelo.

De nuevo acercó su cara, tentada a quitarse el antifaz, pero recordó que no era ése el momento que indicaba la Profecía. Sabía que no era justo para Pablo pero sí era lo más seguro. Y solo salieron de su garganta apretada las siguientes palabras – Lo siento, tu corazón, ahora me pertenece.- Y tras pronunciar éstas palabras se incorporó ligera como un suspiro.

Violetta desapareció entre las sombras de aquél día, adolorida después de dejar ir una vez más al corazón al que se había entregado siglos antes pero con la esperanza de saberlo encontrado después de tantas penas. Había confirmado sus sospechas, ese corazón no podría ser jamás de nadie más que de ella, en ésta y en las vidas siguientes y en realidad no descifraba si eso la hacía sentir feliz o miserable. En su interior guardó el secreto que no contaría nunca a nadie por ser lo único que podía darle placer a su existencia: Pablo la había reconocido.

Pablo, por su parte, salió en cuanto pudo recuperar el aliento. La Expo había desaparecido, el edificio abandonado no era más que un edificio abandonado pero había un camino iluminado por la luz del sol. Se sentía apaleado y sediento. Días después no podía quitarse el olor a Kenzo mezclado con el olor a sangre y el recuerdo de esa boca que lo condenó a seguir buscándola noche tras noche, ésa mujer que se había metido sin permiso en sus sueños mucho antes de que se le apareciera para sacarle el corazón.



Nota: Este es el relato de un sueño que me fué contado por Rafael Vela (@izuzvo) y muchos de los textos que aparecen se respetaron tal y como fueron descritos. La versión de Violetta está basada en una *leyenda propia* que una vez me contó un guía astral.