"Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias." MVLlosa

viernes, 23 de enero de 2015

El hábito hace al monje

Nunca me he considerado una persona "matutina". Desde muy joven me gustó más la noche. Cuando cursaba la preparatoria odiaba la clase de las 7, y por supuesto, llegaba tarde. Clase que curiosamente siempre resultaba ser matemáticas y que por supuesto tronaba como ejote por faltas desde el primer mes; situación que me llevó a pensar que era muy mala en matemáticas y a evitar estudiar nada que tuviera una fuerte relación con ellas, cosa que después lamenté pues ya en mi etapa adulta descubrí que no solo soy buena con ellas, sino que también las disfruto. Pero esa es otra historia.

Una vez saliendo de la prepa, juré por todas las cosas sagradas para mí, que nunca más sufriría con las levantadas. A la Universidad fui de noche, aunque se escuche a broma. Tuve la suerte de trabajar lo suficientemente cerca de mi casa, iba al gimnasio en las noches, evitaba el desayuno y jamás me secaba el cabello. Todo con tal de ahorrar preciosos minutos a mi levantada.

Llegó el día en que tuve que ir a trabajar lejos de mi casa, y a los escasos dos meses me dije "no puedo más", y me mudé a seis cuadras de mi oficina. Que feliz era mi vida, en media hora me bañaba y arreglaba, en 10 minutos más llegaba al trabajo. Así estuve por mucho tiempo, cada vez que recordaba las despertadas a las 5:30 o 6:00, el frío, la bañada a esa hora, pensaba "¡qué horror!".

Podría seguir enumerando todo lo que hacía o no hacía por ganar 30 minutos en la cama, innumerables peripecias que ahora me suenan a chiste. ¿Por qué? Por que soy mamá.

Alonso llegó una tarde lluviosa de septiembre. Cuando oí su primer llanto supe que el alma humana es capaz de experimentar miles de sensaciones y sentimientos en un segundo. El día que abrió sus grises ojos y me enfocó, me vio y me sonrió, sentí que se me iba a salir el corazón, los pulmones y el esternón. Lo adoro desde que se mueve en mi panza y cada día que pasa es mayor mi sentimiento. Amo sus carcajadas, sus balbuceos y los jalones de cabellos que si me descuido, me da. Escribo todo éste párrafo para explicar lo afortunada que me siento de ser madre, pero no voy a mentir, todavía me cuesta trabajo pararme temprano.  

A veces no se si reír o llorar cuando escucho y leo todo el material relacionado con ser madre, el vínculo, el amor, lo maravilloso. Materiales que plantean la situación como si en el momento en que nace tu hijo te apretaran un botón de reset: "ahora eres madre y todo lo que conlleva serlo es de pronto fácil, divertido y te encanta".

La parte romántica del asunto es verdadera, pero no es todo. Por supuesto que es una gran experiencia y una suerte infinita y también es una gran responsabilidad, un gran cambio en tu vida, en la dinámica familiar, en tus finanzas, en tu cuerpo. Las desveladas son famosas, pero hay más, hay mucho más que ni siquiera te imaginas hasta que tienes al inocente en casa. 

Recuerdo que cuando nació, nos dieron un cursito express para alimentarlo, sacarle los gases, acurrucarlo, "hacerlo tamalito" y dormirlo. Oh mi Dios! Parecía TAN SENCILLO! Cuando llegamos a la casa, solos los tres, comenzó la verdadera historia. Las dudas eran miles, el descontrol, la desconfianza de si lo estarás haciendo bien, el cansancio. Es increíble, pero es el bebé el que te va enseñando. Como reza el dicho, el hábito no hace al monje, pero terminas por acostumbrarte a todo por un bien mayor.

Ser mamá y papá es un reto, una carrera, un estilo de vida, es un placer. Es un asunto serio que puede tornarse muy divertido una vez conoces a tu crío y agarras confianza. Hoy creo, honestamente, que vale la pena absolutamente cada desvelada. Se dice que los niños escogen a sus padres, y supongo que Alonso me estuvo estudiando largo rato, por que el muy santo duerme la noche corrida desde los 3 meses. 

Gracias a la vida, gracias a los maravillosos cuatro abuelos y a la familia grande y cariñosa que tiene mi hijo, gracias al gran equipo que hemos hecho mi esposo y yo, gracias a todos los grandes amigos que están al pendiente.

Gracias a Dios que nos permite el día de hoy cumplir cuatro meses de ser papás de un niño hermoso, grande y sano. 

Gracias a mi Alonso, para siempre.