Sin quererlo, sin buscarlo, porque así siempre llegan las cosas, me inmiscuí en una conversación en lo que esperaba que mi café se enfriara un poco como para darle el primer sorbo.
La conversa giraba en torno al cambio en las personas. “La gente nunca cambia” decía un bando de féminas, en lo que un par de ellas defendían “Claro que cambia, pero no es sencillo”.
Mi mente comenzó a repasar situaciones tanto propias como ajenas, de alguna manera buscando soporte empírico para ponerme de un bando o de otro.
Me acordé de un exjefe, al que después que la esposa le cachó en una movida lo amenazó con irse con los hijos y cosas por el estilo. Como habrá estado la cosa que el pobre no bebía, evitaba ir a cenar o a comer con nadie del sexo opuesto y reacciones aún mas exageradas. Supongo yo que las mujeres le gustaban demasiado y evitaba cualquier tipo de tentación. Cambió? No sé. Solo sé que vivía muy asustado.
Tengo un amigo, un tipo alto, guapo y muy fresa. Se reía de los hipsters, de los yoguis, de los soñadores. Práctico, numérico, exitoso en los negocios. Se enamoró a primera vista de una mujercita menuda, greñuda, fachosa y metida en cuestiones metafísicas. Hace poco los vi, muy contentos. El sigue vistiendo de Lacoste y Hugo Boss. Ella creo que intenta peinarse y hace un esfuerzo por usar blush y gloss. Cuando me despedí de él, seguido de un fuerte abrazo me dijo “Dale Caro, mucha luz para ti”. Me le quedé viendo con ojos desorbitados, creo. Mucha luz? Cambiaron? No. Están enamorados.
El marido de Clarisa se fue de la casa después de una fuerte discusión acerca de la infelicidad por la que estaba pasando la pareja. Nunca regresó. Y lo que le dijo a Clarisa fue: “Tengo miedo de volver, porque yo nunca voy a cambiar así que te seguiré haciendo infeliz”. Clarisa entonces entendió que el mensaje era: “No te amo lo suficiente como para hacer un esfuerzo por estar juntos”. Quién tendría la razón?
Mucha gente después de un accidente, de una enfermedad o de una pérdida cambia su forma de ver la vida, de vivirla, de valorarla. Será que las sacudidas de la vida nos dejan más blandos para impactarnos con el cambio sin rompernos. Será que la posibilidad de tocar los extremos normalmente indeseados nos hace más dispuestos a transmutar.
Y al final todos sabemos que la esencia de las personas no cambia, la educación y las experiencias forman un legajo que no se puede borrar. Pero hay otras cuestiones que moldean tu personalidad como hábitos, actitudes y manías que si bien pueden estar muy arraigadas no son imposibles de modificar. El cambio es lo único constante, la vida es un río que corre siempre con aguas distintas y adaptarnos es parte del proceso evolutivo interno de cada ser humano. Crecer es cambiar. Es verdad, no todos estamos dispuestos a dar, porque hacer las cosas distintas es eso, aportar. Se necesita valor y fuerza interna que normalmente se llama amor (a uno mismo y a los demás).
Para cuando terminé mi cavileo no quedaba nadie en la cocina y el primer sorbo a mi café (ya frío) me recordó la frase de la abuela al respecto del hijo que nunca dejó de beber. "Nadie cambia si no siente la necesidad de hacerlo".