Inmersa en sus pensamientos recorre con los dedos índice y anular derechos la pared de azulejos húmeda. Rompe las formaciones de las gotas y juega con las huellas que va dejando en el vaho de la ventana. Está pensando en lo que ha sido su vida en los últimos meses, en lo que se ha convertido, en lo que espera que sea mientras el chorro de agua caliente le masajea los músculos adoloridos de la esplada.
Está preguntándose si vale la pena pagar una renta tan cara, está pensando que su departamento es tan grande para ella que le hace sentirse más sola de lo que se encuentra. Tal vez por eso, a pesar de ser un piso tan cómodo, solo llega a dormir entre semana. Se llena el tiempo con lo que puede y los fines de semana prácticamente vive en casa de sus padres.
Recuerda con una risa medio ahogada acompañada de un dejo de autocompasión que hace poco la madre le dijo " Si sigues invernando cada fin de semana con nosotros después no te preguntes como es que te quedaste a cuidar un par de viejos asustados".
Recuerda con una risa medio ahogada acompañada de un dejo de autocompasión que hace poco la madre le dijo " Si sigues invernando cada fin de semana con nosotros después no te preguntes como es que te quedaste a cuidar un par de viejos asustados".
Embriagada por el calor, ya sin risas, piensa -Pero no quiero estar con nadie, no quiero ni intentarlo. Él va a volver-. Fué entonces cuando ese sentimiento de lucidez que eventualmente toca la puerta, le llegó ácido y fulminante. Es como si el peor de sus enemigos, su fantasma más odiado, le hablara al oído y le alcanzara el corazón. "No va a volver. Ya se acabó. Déjalo ir. Te vas a hacer vieja, fea y más desquiciada esperando a alguien que no está ni va a estar. Dejando pasar una y otra vez las salidas de un tren. Quedarás sola en tu andén abandonado, lejano y derruido".
Apaga la regadera, como si cerrando la llave apagara la voz que la persigue una y otra vez. Cuando come, cuando va al baño, cuando se está peinando, cuando amanece, cuando se duerme. Pero la voz sigue, retumba y le pellizca la seguridad. Ella se pone a berrear en franca locura mientras se seca el cuerpo, se pone la pijama y se enfunda los calcetines. Sigue llorando a grito pelado, tan fuerte y tan abominablemente que hasta ella se asusta. Sabe que puede mostrar su lado más frágil encerrada en esas cuatro paredes, en su baño, entre el vapor, la humedad, el calor y los recuerdos. Se deja avasallar por la voz de toda la vida, le permite inundarla y tomarla desde las oscuridades más profundas de su pánico sin oponer resistencia.
Llegan hasta ella fotos de momentos, le atropellan las palabras dichas y las calladas. Le remuerden los sesos las cosas hechas y sobre todo aquellas suprimidas. Si todo hubiera sido distinto, si hubiera tomado otro camino. Se imagina en el medio de un campo de guerra en franca desolación, donde se encuentran tirados en el suelo su amor delirando, su confianza sangrando y su vida prácticamente devastada. Se pregunta mil veces qué es esto? Será un karma? Tal vez es una repetición tipo vicio tipo locura, o es amor? De esos amores infortunados tan grandes y tan inminentes que tienen que ser frustrados para considerárseles grandes. Mentalmente hace un recuento de aquellos de los que la historia da fe, el panorama es desolador. Los grandes amores siempre tienen un algo o un todo de patológicos.
A punto de perderse como siempre en su mar de reflexiones sin dejar ni un momento de gritar, sollozar, hipear y moquear, hace un alto para tomar fuerzas en algún lugar recóndito de su mal parado frente. Decide enfrentar a la voz invadida en coraje e indignación. Con los ojos inyectados en sangre le espeta "Estoy convencida de algo, y ésta vez no me vas a minar. Por falta de fe no soy la diseñadora que soñé. Por falta de fe he cabalgado la vida sobre relaciones que me han arropado pero no me han hecho feliz. Por falta de fe no he sido madre. Por falta de fe derramé un amor, lo desperdicié y lo ahogué. Es cierto, no sé como componerlo, pero creo en él. Estoy harta de escucharte, estoy harta de que estés cazándome como si fuera un animal herido, siempre esperando el momento en que se va a dar por vencido. Estoy harta de darte permiso de estropearme los sueños por más estúpidos que a ti te parezcan".
Procura guardar la compostura para permitirse salir del baño, aunque bien sabe que está sola como siempre. Escoltada por los restos del vapor camina hacia su cama, se encuentra lastimada y débil pero victoriosa. Antes de disponerse a pensar lo que habrá de cenar, concluye el tema con la voz "Esta vez voy a hacer lo que me pegue la gana. Si estoy equivocada, la vida me dará la oportunidad de rectificar. Si no lo estoy morirás para siempre por atreverte a dudar de mi una y otra vez."
La voz la acompañó a cenar sin siquiera pronunciarse al respecto, hizo vocalizaciones mientras ella se lavaba los dientes y cuando se quedó dormida le cubrió las esperanzas que se le salían del edredón. A manera de despedida La Voz anunció "Al fin me das una buena batalla, ahora sí comienza la guerra".